
Los bosques tropicales se están elevando, empujados por el cambio climático
En los bosques tropicales de América algunas especies de plantas se están desplazando en busca de temperaturas más frescas, en un intento por adaptarse al cambio climático. Dos nuevas investigaciones revelan que la dinámica de estos ecosistemas es más compleja de lo que se pensaba.
Cada vez son más frecuentes las alertas y los llamados a la acción ante el acelerado aumento del calentamiento global. El 2024 fue, de acuerdo con la Organización Meteorológica Mundial (OMM), el año más caluroso jamás registrado, al superar en cerca de 1,55 °C los niveles preindustriales. Por primera vez se excedió el umbral de 1,5 °C del Acuerdo de París, que busca reducir, precisamente, los riesgos y efectos del cambio climático.
El programa Copernicus, de la Unión Europea, y la OMM confirmaron, además, que 2025 no comenzó mejor. Enero pasado batió un nuevo récord, convirtiéndose en el mes más cálido registrado hasta ahora, con una temperatura media de 1,75 °C por encima de los niveles preindustriales. En medio de estas circunstancias, varios estudios han demostrado cómo distintas especies de fauna, entre mariposas, aves e incluso algunos mamíferos, han intentado adaptarse a las nuevas temperaturas, desplazándose hacia zonas de mayor elevación, en busca de hábitats más fríos.
Pero, ¿qué sucede con los seres vivos inmóviles, como las plantas? Un reciente número de la prestigiosa revista Science llevó en su portada un par de estudios que arrojan nuevas pistas sobre el tema. Publicados el pasado 7 de marzo, estos trabajos evaluaron la manera en que las especies vegetales de algunos bosques tropicales de América están respondiendo al cambio climático.
Bosques que se mueven
Desde que Santiago Ramírez, investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), estaba estudiando su pregrado en biología se empezó a interesar por los bosques tropicales y, en particular, por los bosques de niebla. Este ecosistema se encuentra en zonas montañosas, entre los 1.500 y 3.500 metros sobre el nivel del mar y, por lo general, está rodeado de nubes o niebla en la superficie, lo cual le otorga una alta humedad. Es por ello que el científico, quien además tiene un doctorado en ecología, quiso analizar la dinámica de estos bosques en relación con el cambio climático.
Ramírez y sus colegas analizaron datos de los últimos 40 años sobre especies vegetales de distintos grupos, como angiospermas (plantas con flores, como las heliconias), gimnospermas (con semillas expuestas, como los pinos), y helechos y licofitas (que son plantas sin semillas, que se reproducen por esporas), todos destacados en los bosques tropicales de montaña en Mesoamérica, desde México hasta Panamá. Lo hicieron gracias al Global Biodiversity Information Facility, una base de datos global que contiene información de herbarios de todo el mundo, construida por personas que van al campo, recolectan plantas, las prensan y registran sus características en el repositorio.
El análisis de esa información reveló que en los años 80 algunas de las plantas se encontraban en un punto más bajo en comparación con las colecciones de 2010. En otras palabras, una parte del bosque de niebla, al igual que muchos animales, ha ido subiendo. “Nuestros hallazgos revelan un desplazamiento ascendente promedio de 1.8 a 2.7 metros por año desde 1979”, se lee en el artículo. No todas las plantas están involucradas en esta dinámica. De las 1.000 especies que analizaron los científicos, aproximadamente sobre el 36 % se demostró evidencia de un desplazamiento.
“Parecen pocas, pero el mensaje clave es que hay grandes diferencias entre las especies: mientras que unas avanzan rápido, otras van más lento”, le explica Ramírez. Entre las que parecen estar moviéndose más fácilmente están las plantas que se dispersan por el viento. Es decir, aquellas cuyas semillas son ligeras. En cambio las plantas con semillas más pesadas, que caen cerca del árbol madre, tienen mayor dificultad para moverse. Otras especies a las que “les gusta más el calor” no han presentado cambios en su elevación.
“Esto, con cierto grado de incertidumbre, nos habla de la posibilidad de que las especies están respondiendo de manera desigual a las presiones del cambio climático”, agrega el investigador. “Uno podría pensar que el bosque, como una comunidad, se mueve al mismo tiempo, pero en realidad lo está haciendo a ritmos distintos”. Los resultados revelan que el sistema de los bosques puede ser mucho más complejo de lo que se creía, además de que despiertan nuevas preocupaciones en torno a los riesgos a los que se enfrentan estos ecosistemas.
Ramírez lo explica a través de un claro ejemplo. Las plantas epífitas, como las orquídeas, las bromelias o algunos musgos y helechos, viven y crecen sobre los troncos o ramas de otras especies. Aunque es posible que las epífitas se muevan a la par del cambio climático, si los árboles que le proporcionan soporte no se desplazan al mismo ritmo, puede que se vean afectadas. A ojos del biólogo, probablemente se están perdiendo esas interacciones entre especies.
Los investigadores también analizaron los límites de las franjas de los bosques. Se sorprendieron al hallar que el límite superior (la parte más alta de este ecosistema) no se está desplazando o incluso está bajando, a diferencia del límite inferior. “¿Qué está pasando?”, menciona Ramírez. “Creemos que las especies están encontrando topes, lo máximo que pueden desplazarse hacia arriba. Lo primero y muy obvio es que en algunos casos ya no hay más montaña para subir”. Pero otra hipótesis para explicar ese tope podría tener que ver con el uso del suelo. El estudio apuntó a que las especies que se ubican en zonas donde hay mayores índices de deforestación, tienen más restricciones para desplazarse a mayor altitud
En los bosques de México, por ejemplo, puede que la deforestación para monocultivos de papa, que se da en zonas elevadas, esté impidiendo que las plantas del bosque suban, pero esto es también apenas una teoría. Ramírez dice que cuando se responde una pregunta, surgen dos más.
Una lenta adaptación
El otro estudio publicado en la revista Science se enfocó en los cambios que han presentado los bosques tropicales de América, con el fin de adaptarse al cambio climático. Jesús Aguirre, también biólogo con un doctorado en ecología e investigador del Environmental Change Institute de la Universidad de Oxford (Reino Unido), fue el principal autor del artículo.
El equipo de trabajo, que incluyó científicos de América Latina, Estados Unidos y Europa, aportó datos de especies vegetales recolectados durante décadas, y luego salió en busca de nuevos registros. Midieron las características de los árboles, su largo y ancho, así como la química y el grosor de sus hojas. Esa información, cuenta Aguirre, les permitió saber qué tanto han cambiado los ecosistemas, no solo en cuanto a abundancia, sino también sobre sus atributos funcionales.
“Los bosques, a través del tiempo, pueden reaccionar de tres maneras”, explica el científico. “Una es permaneciendo igual que en el pasado. Básicamente esto significa que los árboles solo crecieron, pero ninguna especie murió ni llegó otra nueva. Lo que se vería en este caso es que las comunidades no cambiaron y, por lo tanto, no están adaptándose a los cambios del clima”.
Una segunda opción, menciona el profesor, es que algunos individuos del bosque mueran, pero lleguen otros que los investigadores llaman “reclutas”. Estas nuevas especies tendrían atributos importantes en términos de adaptación, pues habrían logrado llegar al bosque a pesar del aumento de la temperatura y la reducción de las lluvias.
Finalmente, en tercer lugar, los investigadores pueden examinar las características de las plantas que no sobreviven, pues no tienen la capacidad para adaptarse. “Nosotros analizamos los tres aspectos, y el mensaje que obtuvimos fue que las comunidades, en general, no están siguiéndole el ritmo al cambio climático. Se están adaptando apenas en un 8 % de lo que esperaríamos”, afirma Aguirre. Esto sugiere que, en su mayoría, los bosques no están respondiendo de manera efectiva al cambio climático.
Algunas de las situaciones más críticas, dice el biólogo, se presentan en el arco de deforestación del Amazonas, y es posible observar efectos aún más negativos en el área de bosques de Mesoamérica. Al igual que la investigación anterior, Aguirre advierte que esas zonas no solo se enfrentan a las presiones por el cambio climático, sino también al cambio de uso de suelo de los últimos cientos de años que ha generado altos niveles de fragmentación.
El caso de los “reclutas” o “árboles del futuro”, como los llama el profesor, resulta una excepción interesante. Se trata de las especies que están colonizando los bosques y que, según el equipo de investigación, muestran una mayor capacidad de aclimatación.
Este fenómeno parece reflejarse en el aumento de árboles y arbustos caducifolios, que pierden sus hojas en épocas de sequía, una estrategia que podría favorecer su adaptación al calor. Sin embargo, aunque estas especies han cambiado entre un 20 y 22 % de lo necesario para ajustarse a las nuevas condiciones climáticas, el avance sigue siendo limitado. Realmente, dice el investigador, “no están en equilibrio con el cambio climático, pero están un poco mejor. Están intentando alcanzar ese nivel, aunque todavía se quedan un poco cortas”.
Aunque no son noticias muy alentadoras, Aguirre asevera que tampoco son tan malas. Al final, dice, estos hallazgos nos muestran que los bosques, aunque lentamente, están intentando adaptarse a la emergencia climática. “Tal vez esta información sirva a los programas de conservación para escoger especies con estos atributos y, quizá, reforestar con ellas”.
*Este artículo es publicado gracias a una alianza entre El Espectador e InfoAmazonia, con el apoyo de Amazon Conservation Team.
FUENTE: EL ESPECTADOR
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